Cuando el deporte nacional nos trae noticias y de las
buenas, sin lugar a dudas, los logros, esfuerzos y sacrificios de los
deportistas actúan como un catalizador en la gente, inyectando la vida de optimismo
y pasión, actitudes que engrandecen la existencia del ser humano.
Volvemos a creer en el país y amar lo nuestro.
Ahora bien, los sentimientos cambian cuando por la
euforia y el optimismo, creamos una expectativa la cual no es cumplida por
nuestros jugadores y equipos.
Es natural desilusionarnos cuando se pierde, pero esto no
puede justificar que se ofenda, ultraje o atente contra nuestros deportistas,
-especialmente futbolistas y ciclistas-, ya que somos nosotros mismos quienes
los idealizamos y fabricamos las expectativas.
Así pasamos de engrandecerlos a ellos y a sus equipos, a
empequeñecerlos y juzgarlos severamente.
Fácilmente olvidamos que, para los deportistas, el
deporte no es juego, sino su profesión, su trabajo, su sustento de vida, y que
antes que, a nosotros, es a ellos a quienes más les interesa y les conviene
ganar.
Todos sabemos que Colombia goza de un reconocimiento
internacional gracias a la trayectoria de los deportistas colombianos y deben
merecen nuestro respeto y consideración.
No se trata de ignorar las fallas o los errores, sino de
aceptar los resultados y evitar caer en el tan conocido juego sucio colombiano,
el del ultraje, la agresión, la división y el irrespeto.
Por otro lado, a pesar de ello, siempre hay muchos que
ante los efectos de la crítica destructiva e innecesaria se solidarizan con las
personas criticadas y contrarrestan todo el mar de quejas y afrentas, pues
parecieran percibir los sentimientos de los afectados y sus familias y
reflexionan sobre todo lo que deben superar y manejar porque sus oficios o
labores son visibles y están expuestos a todos.
@sisi_bq
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