Cuando escucho decir
que la gente no cambia, gratamente viene a mi memoria la opinión de una amistad
que tajantemente afirma que la gente sí cambia, y más aún cuando la motivan las
metas laborales.
Creo en los cambios
como resultado de un proceso interior, de una decisión para desarrollar las habilidades
y competencias necesarias para alcanzar un sueño o meta.
Pero sucede que muchas
veces vamos cambiando inconscientemente, pues el exterior y las circunstancias lo
demandan, y ajustándonos a ellos, quizá no somos conscientes de los logros que
podríamos alcanzar.
Por eso, ante el
cuestionamiento de cómo lograr cambios significativos para contar con una mejor
sociedad, respondo sin titubear que sí podemos, pues definitivamente sabemos lo
que debemos hacer, pero no queremos.
No queremos y más
bien, preferimos acomodarnos a las circunstancias del corto plazo, para
asegurar el sustento diario, cercenando la posibilidad de visualizar un mejor
mañana.
Somos seres inteligentes,
dotados de grandes capacidades y habilidades, pero no queremos incomodarnos y
nos falta decisión para erradicar “la cultura del vivo que vive del bobo”.
Ahora bien, aunque
suene trillado, eso se logra con educación y voluntad.
Realmente,
necesitamos una educación de calidad que permita formarnos en el respeto para
permitir el desarrollo propio y del otro, en responsabilidad para asumir las
consecuencias de nuestros actos.
Necesitamos una educación
que permita sigilosamente aplicar las sanciones a quienes sabemos actúan mal y nos
perjudican social, moral y económicamente, y dejar de alabarlos, consentirlos,
aplaudirlos y defenderlos porque tienen dinero y/o poder.
Educación para
entender la importancia de colocar la basura en su lugar, sembrar árboles,
cuidar las obras realizadas por los gobernantes, o no colarse en la fila.
Nos urge una educación
para comprender que necesitamos paz, empleos, más justicia, y más personas preparadas,
productivas y dedicadas a un oficio digno; satisfacer las anteriores
necesidades, nos hace atractivos al resto del mundo.
Es imperativo
cultivar una voluntad para ejecutar programas apoyados en la investigación y en
la ciencia, -alejados del amiguismo-, cuyos resultados permitan convencernos
que sí se pueden producir los cambios requeridos.
Educación y
voluntad para que resurja la esperanza, para actuar, para visualizar un mañana y
atreverse a trabajar por ello.
@sisi_bq
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