Hace algún tiempo escuché un consejo: “rechacen los des”; reflejaba ese consejo,
entonces: “desilusión, desesperanza, desespero, desencuentro, desamor,
deshonestidad, desunión, destrucción, desagradecido, desalentador, etc.”.
Justamente lo recordé cuando muchas personas, incluso líderes, se
adueñan de ellas, ignorando sus efectos devastadores y contraproducentes, cuando
en su afán de popularidad las quieren imponer.
Ahora bien, tal vez cansados de estos ambientes, la consulta del pasado
26 de agosto llega a confirmar que cerca de 12 millones de los votantes libremente,
-léase sin maquinarias- y por voluntad propia, aprovecharon esta oportunidad, -más
allá de sus posibilidades constitucionales y políticas-, no solo para expresar
su rechazo a tantas decisiones tomadas por nuestros representantes políticos y de
gobierno, sino también para dejar “los des” y apoyar la participación, la ilusión,
la esperanza, la inclusión y principalmente la honestidad.
Hemos de admitir, que se ha presenciado el surgimiento de una generación
con una forma diferente de actuar, que manifestó su participación y deseo de establecer
las bases de una sociedad capaz de reconocer lo que quiere y le conviene, sin
distingo de vínculos o intereses políticos.
Nuestro compromiso debiera seguir encaminado hacia una sociedad
suficientemente madura y consciente que reconoce las fortalezas y debilidades
de las situaciones, actuaciones y de sus gobiernos, con carácter para asumir la
responsabilidad y consecuencia por sus acciones.
El llamado es a que seamos capaces de analizar las consecuencias de
nuestros actos en la historia de cada región y el país, maduremos y entendamos
que el desarrollo y el potencial está en la gente y sus decisiones. Nada tan
sanador que reconocer un error, y nada tan restaurador como su reparación.
El compromiso debe
ser con la participación en la democracia y en la importancia del voto, como
único mecanismo para participar en política: al elegir a nuestros gobernantes y
para participar en las decisiones que nos afectan a todos.
En el voto hay poder, hay fuerza; es la expresión individual y colectiva
del sentir, querer y pensar de la gente; un indicador comportamental, cultural
y político de la sociedad. Por eso, es y
seguirá siendo la forma más perfecta de expresar nuestras realidades y de ejercer
eficazmente la democracia.
Ojalá que estos ejercicios democráticos - y preferiblemente organizados
por la sociedad en general- se den para que podamos expresarnos libremente y ejercer
una verdadera participación ciudadana que vigile la gestión pública, en procura
únicamente del bienestar público y el mejoramiento de la vida de todos los colombianos.
@sisi_bq
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