En nuestra ciudad, la gente sigue siendo muy comunicativa
y amiguera, permitiendo la creación de relaciones con personas con las que nos vemos
a diario.
Así es como, con el paso del tiempo identificamos a los
transeúntes, los vendedores de frutas, de arepas, de películas, los
recicladores y los que nos facilitan una zona de parqueo, llegando a conocer
sus nombres y necesidades.
Ahora bien, estableciendo esos vínculos, les cuento una
pequeña historia, la de un joven, no mayor de 30 años, casado, padre de 4
hijos, y quien 3 veces a la semana hace un recorrido por mi barrio y en su
carretilla recopila artículos que le puedan servir como reúso.
Su trabajo consiste en caminar por la ciudad, revisar las
bolsas de los desechos de nuestros hogares, y seleccionar los artículos que le
pueden servir para venderlos y así conseguir el sustento para él y su
familia.
No es gratificante observar esta labor, pero me es
imposible cerrar los ojos a esta realidad, a su actividad “laboral”, porque la
realiza sin ningún tipo de protección para sus manos y soportando el
desagradable olor que emana de los recipientes donde está depositada la basura.
Por
otro lado, sucede que en Barranquilla desde 2017, la Triple A, -la empresa
prestadora de aseo encargada-, también factura la recolección del servicio
aprovechable, el transporte selectivo hasta la estación de clasificación y
aprovechamiento o hasta la planta de aprovechamiento, -su clasificación y
pesaje-, recauda los dineros facturados para girárselos al prestador del
aprovechamiento. En Barranquilla existen
3 empresas de aprovechamiento de residuos, quienes le venden a la industria y
al comercio.
Siguiendo
con el joven de mi pequeña historia, debo anotar que el gobierno reglamentó un
periodo de transitoriedad que va hasta el año 2021 para que los recicladores
puedan organizarse y fortalecerse (Decreto 596 de 2016). Así que los recicladores y sus asociaciones
deben estar recibiendo la ayuda necesaria para que puedan organizarse y
fortalecerse, para que constituyan empresas de aprovechamiento y accedan a
empleos en las empresas de aprovechamiento, de tal manera que esta dinámica
favorezca la disminución de la informalidad, que a junio de 2018 alcanzaba el
57,2% según el DANE.
No menos importante es que la ciudadanía separe los
residuos en la fuente, es decir que desde los hogares los puedan separar en
aprovechables y no aprovechables. Y al respecto, me surgen varias inquietudes:
¿Ha recibido la ciudadanía suficiente información sobre aprovechamiento,
reciclaje, reúso, y la manera de distinguir y separar los diferentes elementos?
¿Cómo se está estimulando esta separación en la fuente? ¿Cómo estar seguros de
que nuestros desechos clasificados no se mezclan durante el proceso de
recolección? ¿Cómo se estimula a los usuarios que reciclan y colaboran con el
medio ambiente, si el cobro de las toneladas recicladas se divide entre todos
los habitantes? ¿Cómo acceden los usuarios a los descuentos por separación en
la fuente?
Por
cierto, la tarifa de aprovechamiento corresponde a la suma de costos de
recolección y transporte, y disposición final, más 30% de comercialización,
cuando exista el aprovechamiento, según lo determina la resolución 720 de 2015
de la Comisión de Regulación de Agua Potable y Saneamiento Básico.
Quisimos conocer los valores facturados y recaudados por
el servicio de aprovechamiento, o
las acciones previstas y adelantadas con este recaudo, pero no recibimos esta información de la Triple A.
Así que, esperemos que las instituciones distritales encargadas, realicen el control necesario
para garantizar e implementar las acciones en beneficio
del medio ambiente y la salud pública, el impacto en los recicladores
informales, que se deben realizar con el pago recibido por nosotros, los
usuarios, por la recolección y clasificación del material aprovechable en
Barranquilla.