De niños añoramos crecer para que, cuando siendo “grandes” podamos dedicarnos
a un oficio, ganar dinero y sentirnos empoderados de nuestra realidad
circundante.
Con el pasar de los años, vamos advirtiendo que esto no es tan fácil ni tan
cierto, y experimentamos que se necesitan de muchos esfuerzos y sacrificios
para que nuestras habilidades se destaquen y sean bien retribuidas.
De otra parte, suele ser común que los padres quieran ver hecho realidad
los sueños de sus hijos y hasta desean ver los sueños no alcanzados por ellos, en
sus hijos. Así, caminamos en búsqueda
de oportunidades para alcanzar nuestras metas, nuestro proyecto de vida,
personal y familiar.
Ahora bien, andando entre la esperanza y desesperanza damos pasos, brincos
y hasta saltos que inevitablemente nos permiten desarrollar habilidades y
adquirir la experiencia necesaria para realizar cualquier oficio.
Curiosamente en países como el nuestro, la experiencia puede ser un
obstáculo, pues la falta o también el exceso de ella, resulta ser una
limitante, respectivamente, para jóvenes y adultos.
Así que, algunos optan por migrar a otros lugares; otros, se adaptan y se ajustan
a las condiciones del entorno y del sistema, y otros, optan por la ilegalidad, constituyéndose
en algunos casos en un verdadero peligro para la misma sociedad.
En ese orden de ideas, es agradable escuchar experiencias laborales de
aquellos que, desde el extranjero, afirman que en esos países existe una
valoración diferente por el conocimiento, experiencia y habilidades de la
persona, debido a que está concentrada en el aporte que se haga a la empresa o
institución, sin importar la edad, el género, inclinación sexual o raza.
Lastimosamente, el panorama descrito contrasta con nuestra realidad, donde
con frecuencia escuchamos que para acceder a las oportunidades se requiere de
alguna recomendación además del talento, experiencia y formación adquirida,
para no hablar de la limitante que impone la edad para aspirar a un empleo.
Obviamente, las condiciones de esos países -incluyendo las demográficas-,
son diferentes a las nuestras; es así como encontramos lugares donde sea
frecuente que se contraten personas con más de 60 años o con condiciones
físicas no ajustadas a ciertos parámetros sociales, o que como en el Reino
Unido, muchos de los empleados en los hospitales sean extranjeros.
No es raro, por tanto, inferir por qué se dan diferencias marcadas entre instituciones,
lugares, regiones y países del mundo.
Finalmente, es reconfortante encontrar latitudes del mundo en las cuales,
desarrollando competitividad, han roto estereotipos sociales, pues
comprendieron que, en la gente, sus competencias y su honestidad, está el
fundamento para alcanzar y mantener el progreso de la humanidad.
@sisi_bq
Publicado el 1 de abril de 2019 en el Diario La Libertad y Canal Tropical
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