Algunos temas suelen ser difíciles de tratar en
diferentes espacios, y la familia no se escapa a esa realidad, especialmente
cuando se congregan más de tres generaciones con una juventud y niñez cada vez
más despierta, y se le intenta normalizar o reglamentar.
Francamente fue enriquecedor el hecho de que en un
día familiar pudiéramos charlar sobre el aborto, abiertamente.
Resultó interesante escuchar las motivaciones que
pueden llevar a una persona a estar o no a favor del aborto, desde lo moral, emocional,
afectivo, espiritual, cultural, familiar, educativo y económico- social con
sustentaciones médicas y psicológicas.
Pero más allá de aprobar o justificar o no el
aborto, estas líneas desean centrar nuestra atención en la riqueza de aprender
a escuchar para intentar comprender al otro.
Cabe aclarar que la comprensión de una situación o
acontecimiento, no implica ni aprobación ni aceptación.
Ahora bien, prestar atención a la escucha activa del
otro, es fundamental para comprenderlo con sus necesidades y sentimientos; para
valorarlo, porque cada persona tiene una historia y una experiencia de vida para
contar y aportar a la existencia del otro.
Indiscutiblemente, una buena escucha permite revelar
situaciones invisibles que no percibimos cuando actuamos como espectadores prestos
a juzgar y a veces, hasta con severidad.
No ganamos nada prohibiendo, concediendo libertades o
imponiendo puntos de vista. Lo
importante y necesario es educar y formar para que optemos por decidir a favor
de nosotros y del otro, en procura de una mejor sociedad.
Lo ideal es creer que podemos construir una sociedad
en la cual, además de lo académico, el eje central sea la formación en valores para
crecer y desarrollarnos conforme a los ideales, aprender a tomar decisiones responsablemente
y forjar un ser más maduro y ético.
Practicando la prudencia para saber evaluar los riesgos y controlarlos
en la medida de lo posible; la responsabilidad, porque nos hace conscientes
sobre las implicaciones, alcances y aspectos críticos que conllevan nuestras
acciones y decisiones.
De otro lado, no podía faltar el valor del respeto porque
conlleva atención o consideración
hacia la otra persona; la sensibilidad, para ser más compasivos y entender el
dolor ajeno y finalmente, no por ser la menos importante, tenemos la humildad
para conocernos a nosotros mismos y no pretender estar por encima ni por debajo de nadie;
alejados de creer tener la verdad absoluta, sin intentar doblegar a que el otro
diga,
crea o piense como yo.
Cerremos esta anecdótica experiencia diciendo que
cuando en ese día tan familiar alguien mencionó la eutanasia, un cruce de miradas
y un silencio profundo fueron la clave para que sin dudarlo y sin pensar,
pasáramos a conversar de un tema muy diferente, que no podía ser otro que el de
nuestra gloriosa Selección Colombia, sin chistar.
@sisi_bq
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