¡Hola! Bienvenidos a este espacio con publicaciones sobre temas sociales de interés para toda la comunidad. Porque todos podemos y debemos contribuir con el propósito de hacer de nuestra ciudad una mejor ciudad para nosotros y para las nuevas generaciones, ¡atrevámonos a soñar y a hacer realidad nuestros sueños!.
domingo, 11 de agosto de 2019
El reality de la realidad
Se sabe que los realities son esos programas de televisión que marcan muy bien en el rating televisivo colombiano, y gozan de gran popularidad y aceptación.
A pesar de las voces a favor de la intimidad y la privacidad, y la forma como éstos realities pueden afectar la vida y las costumbres, las condiciones y necesidades de la comunidad, los han convertido en un mecanismo de inclusión y de participación de la gente.
Resulta claro que los realities han sabido entrar en muchos hogares; hogares alejados de las relaciones y conexiones que se sienten incorporados en el medio y su entorno objetivo. Es decir, puede leerse cómo la ciudad capital, toca a la puerta de casas ubicadas en lugares donde la tecnología, el desarrollo, la educación y las oportunidades son deficientes o no existen.
Por eso muchas personas y sus familias esperan su llegada o su regreso, pues los hacen sentirse incluidos, acogidos, escuchados y valorados.
En efecto, cada quien decide cómo vivir su vida y sus actuaciones.
Evidentemente se suelen presentar intrigas, pasiones, deslealtades, amores y desamores, y las rechazamos olvidando que estas situaciones hacen parte de las relaciones y la comunicación de los seres humanos.
Y aunque muchas veces esa realidad se torne compleja, inesperada o extraña de entender, es un reflejo del mundo real, una lucha por alcanzar un objetivo, un cupo, un puesto en la sociedad; es nuestra realidad social, vista y expuesta a una teleaudiencia.
Así que no es de extrañar el querer interactuar con esa realidad, y dejándonos atrapar por las historias que nos son presentadas, terminamos involucrados cuando con el voto decidimos a favor o en contra de la realidad proyectada.
Confieso que con cierta frecuencia veo los realities, y desde una óptica positiva, puedo admirar no solo el talento y la evolución de los participantes, sino, cómo la formación, el entrenamiento y los esfuerzos pueden desarrollar al ser humano.
Pero al mismo tiempo, recordando la película Show Truman, protagonizada por el talentoso Jim Carrey, caigo en cuenta que “de eso tan bueno no dan tanto” y que, a la larga, condicionados por las circunstancias de vida, estamos inmersos en un show o una gran película, es decir reality, pero no televisado.
Finalmente, podemos concluir que, ante escasas oportunidades, estos programas seguirán siendo una posibilidad para muchos que desean dar a conocer sus talentos y vocaciones, y mejorar sus condiciones de vida.
@sisi_bq
Ver artículo publicado en
https://diariolalibertad.com/sitio/2019/06/17/el-reality-de-la-realidad/
Tierra: escasez y abundancia – parte 1
La tierra, nombre dado a nuestro planeta, es una parte de la naturaleza fundamental para vivir. También es sinónimo de guerra y de paz; de hogar, región, pertenencia y de desplazamiento, injusticia, rebelión y muerte; de pobreza y de riqueza; de poder y estatus social.
Hablar de tierra, es hablar de agro; y hablar de agro es hablar de tierra y del campo.
Pero la tierra, su distribución y sus derechos de propiedad, siempre han originado problemas sociales y económicos, y Colombia no ha sido ajeno a ello pues la violencia por la tierra y su riqueza ha escrito nuestra historia: invasiones, despojos, extorsión, manipulación legal y robo de la tierra.
La tierra y su tenencia generó conflictos entre grupos socioeconómicos, desatando un conflicto desde 1964 y el surgimiento de la guerrilla de las Farc.
Motivada por las charlas semanales con impulsadores del agro y el amor a mi provincia, me di a la tarea de investigar sobre el agro en el país, encontrando que son muchas las causas y situaciones que podrían explicar todos estos conflictos. He aquí una breve reseña.
Empiezo contando que Colombia registra avances en ciertos períodos de tiempos: la primera política agraria en 1821; la liberación del pago de diezmos eclesiásticos en 1824; las reformas liberales facilitando el sector cafetero; la navegación por el río Magdalena que, en 1850, permitió la conexión del interior con el mundo; la ocupación de nuevos territorios; la recuperación y consolidación del sector agrario en 1934.
Otros factores, han afectado negativamente la economía agraria: la crisis mundial de 1929 y la Segunda Guerra Mundial, el desplazamiento de la población rural a las ciudades; la crisis económica por la baja en el precio del café; y la falta de continuidad en los planes agrarios.
La historia registra que López Pumarejo reconoció derechos sobre tierras y proclamó la Ley de Tierra de 1936; que Lleras Camargo proclamó la reforma social agraria Ley 135 de 1961 y la creación del INCORA, y que Lleras Restrepo impulsó la reforma agraria.
Este último sostenía que era necesario distribuir la tierra para que pequeños y medianos propietarios la trabajaran y se frenara la migración hacia las ciudades; además, que debía mejorarse la calidad de vida rural. Otros, los seguidores de Currie, afirmaban que la agricultura comercial desarrollada en los 50 proponía el uso de los predios mediante instrumentos fiscales.
Encontramos que el gobierno, entre 1970 y 1974, impulsó la construcción y las exportaciones; que las PYME lograron superar las exportaciones de café; y que el pacto de Chicoral, en 1972, terminó dejando inaplicable la reforma agraria.
Posteriormente, de 1974 a 1978, se plantea la política de desarrollo de las economías campesinas dotadas de una buena capacidad empresarial gracias a la incorporación de la estrategia de investigación básica y difusión del Fondo de Desarrollo Rural Integrado, DRI.
A mediados de los años 80, el tema agrario pierde importancia como política pública, debido a factores como la crisis industrial, el crecimiento del M-19, la violencia rural, el secuestro relacionado con el tráfico de drogas.
Sin embargo, esa década finaliza con un impulso agropecuario, pues el gobierno Nacional -entre 1986 a 1990- planteó la modernización del sector agropecuario como un objetivo general de su política, que se aprecia en PIB agropecuario -empresarial- con un crecimiento superior al PIB total.
Sin embargo, este impulso es frenado por la apertura económica y su implementación en los 90. La agricultura familiar va en caída y los programas de desarrollo rural se desmontan, desconociéndose la importancia de la agricultura en Colombia y en el mundo.
Así finalizando el siglo XX, el país es fuertemente golpeado por los cultivos ilícitos y narcotráfico, el fortalecimiento de los grupos guerrilleros y paramilitares, la minería ilegal, el desplazamiento y el terrorismo.
Con nuevos aires inicia el siglo XXI, planteando el fortalecimiento de los acuerdos de competitividad de las cadenas productivas y la promoción de las alianzas, pero el agro es afectado por la debilidad en la investigación agrícola y la inestabilidad por fallido proceso de paz en el Caguán.
En la primera década del 2000 se hacen esfuerzos para adecuar el sector agropecuario a los TLC con E.U. Canadá y la UE beneficiando proyectos empresariales, pero se frenaron por los pocos avances conseguidos en cuanto a infraestructura, transporte, ciencia, tecnología e innovación que se requerían para ser competitivos.
Y finalmente, en 2017, se da la firma del Acuerdo de Paz, para dar fin al conflicto con las FARC, y la elaboración de una propuesta para la creación de la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras.
Habría que decir también que ideas y planes de corto plazo, han existido y que el Estado ha sido facilitador de los logros de producciones específicas, pero que el desconocimiento y la falta de visibilidad de otras producciones -no menos importantes- han impedido la implementación de políticas acordes con las regiones, su gente y sus necesidades.
En toda esta historia se basan los autores que expresan que en Colombia la falta de continuidad en los planes agrarios ha afectado negativamente el agro dando paso a períodos con incrementos en protección alternados con los intentos fallidos de liberalización del comercio.
Creo que es evidente que nuestra capacidad para resolver los conflictos y llegar a acuerdos para trabajar por el bienestar común, la transparencia de los procesos y dar continuidad a las políticas públicas no es nuestra mayor virtud.
Pero no por eso, dejaremos de insistir en que se necesitan políticas que mejoren la tierra y específicamente el agro -representado por 43,1 millones de ha y 2,7 millones de productores- que acaben la incertidumbre de la tenencia de la tierra, el rezago del sector y se puedan lograr avances agrarios como los registrados en Perú, Chile, Brasil, Honduras o México.
@sisi_bq
Ver artículo en
https://diariolalibertad.com/sitio/2019/07/08/tierra-escasez-y-abundancia-parte-1/
Hablar de tierra, es hablar de agro; y hablar de agro es hablar de tierra y del campo.
Pero la tierra, su distribución y sus derechos de propiedad, siempre han originado problemas sociales y económicos, y Colombia no ha sido ajeno a ello pues la violencia por la tierra y su riqueza ha escrito nuestra historia: invasiones, despojos, extorsión, manipulación legal y robo de la tierra.
La tierra y su tenencia generó conflictos entre grupos socioeconómicos, desatando un conflicto desde 1964 y el surgimiento de la guerrilla de las Farc.
Motivada por las charlas semanales con impulsadores del agro y el amor a mi provincia, me di a la tarea de investigar sobre el agro en el país, encontrando que son muchas las causas y situaciones que podrían explicar todos estos conflictos. He aquí una breve reseña.
Empiezo contando que Colombia registra avances en ciertos períodos de tiempos: la primera política agraria en 1821; la liberación del pago de diezmos eclesiásticos en 1824; las reformas liberales facilitando el sector cafetero; la navegación por el río Magdalena que, en 1850, permitió la conexión del interior con el mundo; la ocupación de nuevos territorios; la recuperación y consolidación del sector agrario en 1934.
Otros factores, han afectado negativamente la economía agraria: la crisis mundial de 1929 y la Segunda Guerra Mundial, el desplazamiento de la población rural a las ciudades; la crisis económica por la baja en el precio del café; y la falta de continuidad en los planes agrarios.
La historia registra que López Pumarejo reconoció derechos sobre tierras y proclamó la Ley de Tierra de 1936; que Lleras Camargo proclamó la reforma social agraria Ley 135 de 1961 y la creación del INCORA, y que Lleras Restrepo impulsó la reforma agraria.
Este último sostenía que era necesario distribuir la tierra para que pequeños y medianos propietarios la trabajaran y se frenara la migración hacia las ciudades; además, que debía mejorarse la calidad de vida rural. Otros, los seguidores de Currie, afirmaban que la agricultura comercial desarrollada en los 50 proponía el uso de los predios mediante instrumentos fiscales.
Encontramos que el gobierno, entre 1970 y 1974, impulsó la construcción y las exportaciones; que las PYME lograron superar las exportaciones de café; y que el pacto de Chicoral, en 1972, terminó dejando inaplicable la reforma agraria.
Posteriormente, de 1974 a 1978, se plantea la política de desarrollo de las economías campesinas dotadas de una buena capacidad empresarial gracias a la incorporación de la estrategia de investigación básica y difusión del Fondo de Desarrollo Rural Integrado, DRI.
A mediados de los años 80, el tema agrario pierde importancia como política pública, debido a factores como la crisis industrial, el crecimiento del M-19, la violencia rural, el secuestro relacionado con el tráfico de drogas.
Sin embargo, esa década finaliza con un impulso agropecuario, pues el gobierno Nacional -entre 1986 a 1990- planteó la modernización del sector agropecuario como un objetivo general de su política, que se aprecia en PIB agropecuario -empresarial- con un crecimiento superior al PIB total.
Sin embargo, este impulso es frenado por la apertura económica y su implementación en los 90. La agricultura familiar va en caída y los programas de desarrollo rural se desmontan, desconociéndose la importancia de la agricultura en Colombia y en el mundo.
Así finalizando el siglo XX, el país es fuertemente golpeado por los cultivos ilícitos y narcotráfico, el fortalecimiento de los grupos guerrilleros y paramilitares, la minería ilegal, el desplazamiento y el terrorismo.
Con nuevos aires inicia el siglo XXI, planteando el fortalecimiento de los acuerdos de competitividad de las cadenas productivas y la promoción de las alianzas, pero el agro es afectado por la debilidad en la investigación agrícola y la inestabilidad por fallido proceso de paz en el Caguán.
En la primera década del 2000 se hacen esfuerzos para adecuar el sector agropecuario a los TLC con E.U. Canadá y la UE beneficiando proyectos empresariales, pero se frenaron por los pocos avances conseguidos en cuanto a infraestructura, transporte, ciencia, tecnología e innovación que se requerían para ser competitivos.
Y finalmente, en 2017, se da la firma del Acuerdo de Paz, para dar fin al conflicto con las FARC, y la elaboración de una propuesta para la creación de la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras.
Habría que decir también que ideas y planes de corto plazo, han existido y que el Estado ha sido facilitador de los logros de producciones específicas, pero que el desconocimiento y la falta de visibilidad de otras producciones -no menos importantes- han impedido la implementación de políticas acordes con las regiones, su gente y sus necesidades.
En toda esta historia se basan los autores que expresan que en Colombia la falta de continuidad en los planes agrarios ha afectado negativamente el agro dando paso a períodos con incrementos en protección alternados con los intentos fallidos de liberalización del comercio.
Creo que es evidente que nuestra capacidad para resolver los conflictos y llegar a acuerdos para trabajar por el bienestar común, la transparencia de los procesos y dar continuidad a las políticas públicas no es nuestra mayor virtud.
Pero no por eso, dejaremos de insistir en que se necesitan políticas que mejoren la tierra y específicamente el agro -representado por 43,1 millones de ha y 2,7 millones de productores- que acaben la incertidumbre de la tenencia de la tierra, el rezago del sector y se puedan lograr avances agrarios como los registrados en Perú, Chile, Brasil, Honduras o México.
@sisi_bq
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https://diariolalibertad.com/sitio/2019/07/08/tierra-escasez-y-abundancia-parte-1/
TIERRA: ESCASEZ Y ABUNDANCIA – parte 2
“Atlántico:
territorio de paz”, un eslogan, un compromiso, una semblanza de vida de una
parte de Colombia que no vivió directamente la dureza y crueldad de un
conflicto armado por la tenencia del poder y de la tierra, pero que sí es
víctima –como todo el territorio- de la violencia, pues las consecuencias del
conflicto afectaron su estructura y composición económica y social.
Dentro de ese orden
de ideas, se encuentra lo agrario, ya que la falta de una política y la
discontinuidad en los planes nacionales ha impactado negativamente las
realidades locales y regionales en el sector.
Ya
lo describí en la parte 1, es evidente que el tema rural y de producción es
complejo; tiene muchas aristas y los esfuerzos y logros no son alcanzables en
el corto plazo. Es por ello que los líderes políticos y gremiales no pueden
mostrar avances significativos en su gestión y prefieren las obras físicas, porque
los visibilizan más. Algunos dirán que
son populistas, pero debemos reconocer que somos nosotros los demandantes y los
consumidores del populismo.
Ahora
bien, muchas veces, las funciones y la responsabilidad de sensibilizar y
potencializar la mirada y la inversión en campo se diluyen, porque todo se
dirige a la ciudad y sus cómodos entornos y no se direccionan lo recursos hacia
los proyectos productivos agrícolas.
También
es cierto que se han aceptado conceptos errados del trabajador del campo y la
zona rural que impiden actuar sobre la realidad con el diseño y desarrollo de
planes que mejoren la atención hacia el productor: desconocemos su realidad y
los juzgamos severamente.
Cabe
considerar que con los productores minoritarios sucede como con tantos colombianos,
que, viviendo en condición de escasez, no cuantifican bien los gastos, no usan
los fertilizantes suficientes, no aplican los controles de malezas y
enfermedades y mucho menos contabilizan la mano de obra.
En
otros casos en la cadena productiva no se le reconoce lo justo y necesario; así
muchos productores prefieren no entrar en la gran superficie cuyo pago se da a los
45 o 60 días, y prefieren ir a las plazas donde reciben el pago inmediatamente,
aunque sea a menor precio.
Por
todas esas situaciones, se infiere que se necesita implementar modelos que
ayuden al productor a aliviar su carga, para que despejándolo de su mañana
inmediato pueda tener la posibilidad de visionar mejores cultivos,
comprendiendo el concepto de productividad: técnicamente se puede producir más
y mejor.
En
la búsqueda de soluciones encontramos propuestas como la de los mercados
campesinos permanentes, donde el productor pueda ofrecer sus productos
directamente a restaurantes u hoteles y a la población en unidades móviles.
Se
debe mencionar además la creación de centros de transformación de productos,
excelente para el fomento de la industria y el empleo, aclarando que no es una estrategia de recuperación del agro a menos que incluya
al productor como su eje, como su punto de partida.
Por
otra parte, los autores apuestan a que los gobiernos apoyen la agricultura a
pequeña escala y concluyen que los productos agrícolas en condiciones
aceptables son eficientes y tienen la capacidad de contribuir al desarrollo
económico y a la solución efectiva para la pobreza rural. (Berry, Avance y
Fracaso en el Agro Colombiano, 2017).
En
conclusión, el cuento es volver productivo el agro a una escala competitiva y
sostenible, una ardua tarea que implicará riesgo y sacrificio, esfuerzo,
trabajo y dedicación, pero también elementos que –muchas veces- para nuestro
entorno son novedosos: ciencia, tecnología e innovación, porque producir bien
no es ninguna garantía, dado que otros producen igual o mejor que tú.
Y
el Estado como facilitador, debería priorizar el agro, y sus necesidades
particulares, tal como aconteció en el siglo pasado, cuando se impulsó el café
en Colombia.
De
tal manera que las gestiones deberían capitalizarse y verse consolidadas con el
diseño de una ruta de recuperación agraria a largo plazo, que defina el enfoque
agrícola del departamento - acorde con las condiciones de la región, del
territorio y el mercado y que -contando con el concurso y disposición de sus
actores- garantice su continuidad y permanencia en el tiempo.
Para
ello la ciudadanía necesita elegir gobernantes con visión agraria, que miren y
entiendan el campo: sus dificultades y potencialidades y que sean capaces de liderar
esos procesos de mejora de la producción para reavivar el interés por producir
y producir para generar ganancias.
Dicho
en otras palabras, necesitamos de esos gobernantes que den la pelea por hacer
la transformación del campo, gestionando el centro de transformación con la
estrategia de recuperación del productor y beneficiando a esas familias que aún se dedican al agro.
Evidentemente requerimos
de líderes que quieran sembrar, abonar la tierra para escribir otra historia y pese
a las presiones por no presentar resultados en el corto plazo y puedan ser
recordados posteriormente como impulsadores del agro.
No
faltarán voces que afirmen que estos procesos son difíciles y complejos y sí, lo
son, pero la historia confirma que grandes realizaciones requieren de personas hacedoras,
con carácter y, primordialmente de voluntad política.
@sisi_bq
Publicado en
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