Resulta frecuente que critiquemos
con vehemencia algunas acciones indebidas y perjudiciales para la sociedad; mientras
que otras veces esas mismas acciones pasen completamente inadvertidas.
Esto sucede en nuestra sociedad
porque se opina de acuerdo a la conveniencia y no conforme a los principios que
son beneficiosos a toda una comunidad.
Así pues, el pronunciamiento a favor o en contra de algún hecho depende
del amo de turno al cual se sirve; sea éste el poder económico o político; del deseo
de buscar popularidad y no credibilidad o simplemente para satisfacer un ego
mal educado.
Para ilustrar la idea,
algunos casos.
Barranquilla, nuestra bella
ciudad… nos ufanamos diciendo que la queremos y que es el mejor vividero del
mundo; sin embargo, cuando llueve corre gran cantidad de basura por los arroyos
y este comportamiento – arrojar basuras a la calle, al arroyo-, no solo daña el
medio ambiente, sino que habla fuerte y claro de la falta de cultura de la
ciudad.
Nos aterramos de lo acontecido con las empresas públicas, pero callamos cuando sabemos que se alteran los contadores de servicios públicos para disminuir el registro de los consumos.
Hablamos con orgullo de
nuestras “palancas” y de cómo recibimos, gracias a ellas, atención prioritaria;
sin darnos cuenta de que esta práctica vulnera los derechos de los demás de ser
tratados igual.
Nos quejamos de los
políticos y las mañas que utilizan, pero se espera con ansias la época
electoral para negociar la venta de votos a cambio de “ayudas” en efectivo o
especie.
Es cierto que estas
actuaciones no son propias de todos los ciudadanos, pero han sido aceptadas y hasta
permitidas, se han vuelto costumbre; a pesar de ser un mal ejemplo para la
comunidad.
Por ello, si en verdad
queremos cambios positivos en nuestra sociedad, debemos educar en principios,
tales como la honestidad, el respeto y la solidaridad… y lo más
importante educar con el ejemplo. Sólo así, construiremos y haremos parte
de una sociedad en la que no solo sea importante alcanzar metas, sino también saber
cómo se logran las mismas.
El diario acontecer nacional
debería ser más que suficiente para que tomemos la decisión de elegir líderes
que sean capaces de rescatar y dignificar el ser político, que sean
independientes de los medios de comunicación y del poder económico; que sean enemigos
de las prácticas populistas, engañosas y corruptas; que estén comprometidos con
el bienestar colectivo, con la buena administración de lo público – aquello
que, curiosamente, no es de nadie y que, a la vez, es de todos –; para que los
dineros públicos – tu dinero y el mío – sean invertidos transparentemente en
proyectos concretos que busquen más y mejor educación, seguridad y
competitividad.
Por eso necesitamos líderes
con sólidos principios éticos y morales, coherentes, cuyo buen comportamiento,
cimente la confianza y nos permita volver a creer en nuestra palabra y nuestras
instituciones.
Correo: sisi.barranquilla@gmail.com
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